La necesidad de administrar la crisis pandémica en la que nos introdujo el coronavirus ha sacado a relucir actitudes y gestos, desde lo político, que están en el límite de lo democrático a lo antidemocrático. Son decisiones que, claramente, conculcan derechos individuales de las personas, consagrados en la Constitución Nacional. En la gran mayoría de las ciudades, provincias y -por supuesto- la Nación, hay rasgos de políticas antidemocráticas.

Sin puntualizarlas, porque de ello hemos dado cuenta en abundancia en estas columnas, cabe la reflexión: ¿cómo serán los liderazgos postpandemia? Seguidamente, ¿hasta cuándo estará dispuesta la sociedad, soportar que le avancen sobre sus derechos? ¿Qué rol asumirán los partidos políticos tradicionales como el peronismo, el radicalismo y el socialismo; cuál será el que adopten los partidos emergentes de la crisis del 2001 como la Coalición Cívica-ARI, el PRO y cuáles serán las actitudes de otras fuerzas que buscan trascender como el liberlismo?

Hace falta el fortalecimiento y más presencia de los partidos políticos de raigambre democrática.

La gente se confunde cuando da por sentado que la democracia es un bien ganancial in eternunm, que no corre ningún riesgo, y que como estamos en pandemia en esta crisis y emergencia todo es posible. Y no es así. Se puede hacer compras directas para agilizar los sistemas y evitar demoras burocráticas. Sí. Pero ese tipo de instrumento requiere de dos cosas: un gobierno responsable a la hora de comprar y una oposición firme que controle. La clave está en el Congreso de la Nación.  

El otro punto, que va directo al centro de esta columna, es que no hay Estado de Sitio. En nuestro país hay un Congreso que está vigente, y no hubo delegación de facultades del Poder Legislativo al Ejecutivo para que éste disponga de medidas que supriman las garantías constitucionales o se pongan por encima de la Constitución Nacional.

Hay que prestarle atención, entonces, a todos aquellos focos de autoritarismo o exageración de las medidas de crisis que llevan a la construcción falsa de un "ser nacional" totalitario, que van apareciendo en distintos lugares de la Argentina. Mucho impulsado por campañas de marketing oficiales, de empresas privadas que buscan empatizar desde los colores de la bandera y hasta con líneas editoriales proclives a ese proceso preautoritario difundido desde los medios de comunicación. Frente a este tipo de episodios hace falta el fortalecimiento y más presencia de los partidos políticos de raigambre democrática.

Lamentablemente, la democracia es un valor tan importante pero tan frágil, que puede perderse de un momento para el otro. Cada generación ha tenido que ser garante de esta joven democracia en su tiempo, desde 1983 hasta ahora, atravesando por distintas circunstancias. No sea cosa que, por una situación particular como es el Covid-19, se tomen medidas profundas en contra de los valores democráticos y de la libertad, y que se llegue tan lejos, que cuando queramos volver a la situación previa nos demos cuenta de que no se puede. Y no será por el virus, sino por el enano fascista que habita en cada uno de los dirigentes encaramados en el poder.

Matías Frati
Periodista Especializado en Economía
Director de EL GUARDIAN MDP
Email: redaccion@elguardianmdp.com