En la mayor parte de los países del mundo, el 3,8% del registro inflacionario de nuestro país para el mes de octubre se alcanza en los 12 meses del año. Incluso, suele ser más bajo todavía.

Uno de los problemas de la Argentina es que la inflación es estructural. Todos los meses estamos alcanzando los niveles inflacionarios que otros tienen a lo largo de 12 meses.

Y en ese aspecto no hay chances de que la economía funcione adecuadamente. Porque por mucho que se quiera incentivar el mercado interno, es de Perogrullo decir que si las cosas aumentan todos los días y los sueldos se renegocian una vez al año, es inevitable que el consumo doméstico decaiga.

La cuarentena agudizó la tensión. Los salarios se congelaron. Los sindicatos no pudieron negociar paritarias libremente con las patronales. Pero los precios de los productos subieron. En las últimas horas los almaceneros y supermercadistas de proximidad denunciaron que les llegaron listas con incrementos del 15% en el precio de algunos alimentos.

Hablar de la inflación como un dato porcentual cercano al 30% en lo que va del año y no decir que cuando los precios suben miles de personas no pueden alimentarse o que si los valores de los alquileres se disparan la gente no tiene a donde ir a vivir sería explicar una parte del problema, pero no el todo.

Y lo fundamental para una ciencia social como la economía es no aferrarse a lo rígido del dato sino analizar el contexto y las consecuencias, para poder atacar las causas.

Argentina es un país con alta inflación histórica y este período no escapa a nuestra historia. ¿Habrá algún gobierno que pueda diseñar un plan eficaz que dome al gigante que se come los ingresos de las personas, algún día?