Y esa misma pregunta nos la hacemos todo el tiempo, en especial en estos momentos donde el trabajo, ganarse el sustento para vivir y hacerlo dignamente pareciera lo que determinara esa diferencia entre ser o no ser.

Si nos remitimos a Victor Frankl, padre de la logoterapia, afirma que el trabajo es una oportunidad para que el hombre haga uso pleno de su libertad, conocerse, descubrir sus talentos, capacidades y limitaciones y autoconfigurarnos. Esto quiere decir, ser quienes queremos ser. Es la oportunidad de ir definiendo nuestro proyecto de vida, ponernos a prueba y vivir nuestros valores.

El valor del trabajo no siempre fue el mismo a lo largo de la historia. En la antigüedad y comunidades primitivas, no existía un término con el que englobar actividades diversas, asalariadas y no asalariadas, agradables y no tanto que eran necesarias para ganarse la vida. Incluso si nos remitimos a la antigua Grecia, el ocio era mucho más valorado que cualquier tipo de tarea relacionada con esto mismo. Y en la edad media se justifica el trabajo como un deber y la necesidad de no estar ocioso, que empieza a tener otra connotación diferente a la del mundo antiguo.

Y si seguimos recorriendo la historia veremos que con el pensamiento moderno nace una concepción muy diferente del trabajo.

Los valores e ideales actuales incitan a creer que en el trabajo solo se trata de producir, acumular y expandir. Esta concepción no afianza los lazos con los otros, no deja lugar para la solidaridad, ni promueve el crecimiento personal. Poner el foco en la eficacia deja de lado cuestiones como la sensibilidad y el cansancio.

Mis preguntas para nosotros hoy son, ¿estamos conscientes de nuestros valores relacionados con el trabajo? Tomarse tiempo para pensar que cosas nos importan es el mejor punto de partida. Porque si tenemos claros nuestros valores, seguramente nuestra motivación será mayor, tendremos más chances de éxito y la realización será una consecuencia natural de esto.

Y ¿Quien puede poner en duda que el hombre se siente completo y realizado cuando tiene la posibilidad de servir a la sociedad a través de hacer y aportar valor a través de su trabajo, de esa actividad a través de la cual deja su huella en este mundo y por la cual recibe un beneficio económico que le posibilita tener un techo, comida, educación, ropa, recreación, salud?  

Nadie. Porque el hombre pasa gran parte de su vida dedicado al trabajo. Le da sentido a su existencia y le permite también relacionarse con sus semejantes. Sin lugar a dudas encontrarle un sentido al trabajo hace que cada uno lo haga, lo viva y se dedique de manera mucho más entusiasta, comprometida. Porque trabajar no tiene que ver solo con lo tan bueno que uno sea con la profesión, oficio, o tarea que cada uno desempeñe. Tampoco con la vocación. Trabajar tiene que ver con la autorrealización y también con la supervivencia y la construcción de la identidad social de cada uno como persona.

Definitivamente con la incertidumbre propia del mercado laboral jaqueada por la crisis mundial que nos trajo la pandemia del COVID- 19, que amenaza con mayor pérdida del empleo, todos esos dogmas en los que creíamos están tambaleando y hay que encontrar un modo de responder a la situación. La respuesta que cada uno pueda inventarse puede contribuir a hacer de esta crisis la ocasión de transformar los valores sobre los que conviene afirmar el mundo que construimos.

COLUMNISTA INVITADA – Por Lic. María Fernanda Grimaldi
Consultora en Comunicación, Marketing y Desarrollo de Personas