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Por Roxana Anahi Timo16 de Marzo

Educación emocional en cada etapa de la vida

En la actualidad, ya se asume que el coeficiente emocional es más importante que el coeficiente intelectual para el éxito en la vida. Hoy se comprende la importancia de las competencias emocionales, no solo para el desarrollo armonioso del ser humano, sino también para establecer y sostener vínculos, potenciar el aprendizaje o en el logro de nuestras metas.

Las competencias emocionales son aquellas cualidades que determinan la inteligencia emocional y deben entenderse como competencias básicas para la vida, esenciales para el desarrollo integral de la personalidad. La educación emocional es el proceso continuo y permanente, que atravesamos a lo largo de la vida, que nos conduce al desarrollo y potenciación de las habilidades o competencias emocionales. 

En la infancia, se sientan las bases de lo que será el universo emocional de cada ser humano. Las neuronas espejo están muy activas, el niño percibe la emocionalidad de quienes lo rodean, como si fuera la suya propia. La forma en que vivencien sus emociones los adultos, determinará su universo emocional. En esta etapa lo importante es ejercitar en el niño la conciencia emocional, el reconocimiento de las emociones propias y de los demás. La clave es permitir la libre expresión del universo emocional del niño, no reprimir sus emociones, pero brindando un entorno de seguridad y estableciendo límites, por ejemplo frente a un berrinche. El canto, el baile, el juego libre, los libros, el arte son algunas formas de ejercitar la conciencia emocional.

En la segunda infancia, los niños comienzan a sociabilizar e interactuar en diversos entornos, como la familia, la escuela o el club. En esta etapa van aprendiendo la regulación emocional, haciéndose más conscientes del abanico de emociones y aprendiendo a responder adecuadamente al momento que se presentan. La clave en esta etapa es promover el consenso, respetar pautas de convivencia y que se expresen, actuando desde el respeto y la escucha activa. El deporte, las competencias, convivencias y campamentos permiten a los niños este aprendizaje. También actividades como el frasco de la calma, juegos de mesa, historia inspiradoras, leyendas y películas de héroes que superan desafíos y obstáculos.

Luego viene la adolescencia, una etapa donde ya los jóvenes establecen vínculos fuertes y profundos, emerge la sexualidad, comparten ideales o principios, el universo emocional también se transforma y revoluciona. Empiezan a encaminarse hacia el logro de metas y surge la necesidad de diferenciarse de sus padres e ir encontrando su propia identidad. En este momento deben desarrollar la autonomía emocional, la habilidad para hacer escuchar su voz pacíficamente, equilibrando su sensibilidad frente a la influencia externa con el carácter y propia seguridad. Poder comprender e interactuar con el otro, más allá de las diferencias de pensamiento,  desde el respeto y la posibilidad, sin avasallar, pero tampoco actuar por conducta gregaria. La clave es permitir que se sientan seres únicos y especiales con infinitas posibilidades, con su propia autonomía e identidad, sintiendo lo mismo hacia el otro. Para ello, es necesario dejarles cierto espacio de libertad, que se animen a tomar decisiones propias, equivocarse y volver a intentar, ya sea con amigos, una novia, en sus estudios, salidas o proyectos. Estando presentes incluso desde el silencio, generando un espacio de diálogo en el momento necesario, abriéndoles interrogantes para que ellos encuentren su propia respuesta, mostrándoles el camino con nuestro ejemplo de vida.

En la juventud, con la inserción en el mundo laboral y el desafío de consolidar vínculos o formar una familia, surge la importancia de las competencias sociales, de manera de poder desenvolverse satisfactoriamente y ser facilitadores de las relaciones interpersonales en todos los contextos. La clave en este momento es que se permitan y permitirles abrir espacios de liderazgo personal y grupal, que ejerciten la posibilidad de influir en los demás, liderar e ir tomando las riendas de su vida definitivamente. Escuchar sus ideas, anhelos y proyectos de igual a igual, alentándolos a emprender e ir por sus sueños, ya sea a la hora de formalizar una relación, organizar un viaje, iniciar un negocio o encaminar su carrera profesional.

Si bien sabemos que estas competencias se aprenden desde la infancia, los descubrimientos en neurociencias son alentadores: Hoy se sabe que todas las competencias emocionales se pueden aprender, desarrollar y potenciar en cualquier etapa de la vida. A lo largo de su desarrollo emocional, nuestros hijos necesitan la contención y acompañamiento necesarios para hacer ese aprendizaje. Como padres, la regla de oro es hablarles y acompañarlos desde el respeto y la libertad, pero sobre todo desde el ejemplo. Y comprender que nuestros hijos son nuestro espejo, de manera que en ellos se refleja nuestro propio universo emocional.

 

Columnista Invitada - Roxana Anahi Timo
Médica MN 88956
Health Coach @dra.anahitimo

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