La despedida de Diego Maradona se replica en diferentes lugares del país y también en Nápoles.

En la Casa Rosada miles de personas transitan delante del féretro del ex jugador, manteniendo el orden.

En Nápoles, la ciudad entera sufre por el fallecimiento de quien le diera las máximas alegrías a una ciudad desclasada por los italianos del norte. Por eso más de un millón de tifosis lloran la pérdida de su ícono.

En nuestro país no hay banderías deportivas que se distingan en este caso. Todos tienen a Maradona como un común denominador. No importa -hoy- si quien va hasta el cajón lleva puesta la camiseta de Boca Juniors o la de River Plate. Tampoco si tiene la de Gimnasia y Esgrima o la de Estudiantes. Ni la de Newell's Old Boys o la de Rosario Central. Hoy el dolor por su muerte y la sensatez se imponen sobre la pasión y rivalidad por las camisetas. Sean "amigas" o adversarias.

No hay límite, aun, para despedirlo. Seguirá la gente saludándolo en su último paso formal por la Tierra.