El próximo 22 de mayo será la fecha clave para conocer la suerte de la Argentina al respecto del default. Tal vez unos días antes se tenga alguna precisión mayor sobre la aceptación o no de los acreedores al canje de deuda que propuesto el Gobierno nacional.

Hace pocas horas -el viernes puntualmente- el Estado tuvo que cambiar la fecha tope propuesta para el 8 de mayo, plazo que esperaban la devolución de los ahorristas sobre el eventual cambio de condiciones a las pactadas cuando alguien compró un bono nacional con una expectativa de inversión a futuro.

Lo primer que hay que aclarar es que, cuando un particular compra un bono de deuda pública lo que hace es adquirir una promesa de pago, de parte del librador. En este caso el gobierno argentino. Y nadie compra bonos para hacer beneficencia, sino porque en la diversidad de las posibilidades de ahorro e inversión figuran este tipo de instrumentos.

Ahora habrá que esperar hasta el límite del plazo legal establecido para saber si los bonistas aceptan una quita voluntaria. Si no lo hacen, se dispara la posibilidad de juicios, en caso de que el Gobierno decida no pagar. Habremos entrado, ahí sí, en default.

Claramente, hasta acá la estrategia oficial no logró los resultados esperados. El ministro Martín Guzmán fue puesto en esa posición porque, en principio, tenía el expertisse para garantizar una negociación exitosa de la deuda.

Por el momento los resultados no son favorables. Queda once días y, como siempre, la economía argentina navega en un mar de incertidumbres con varios icebergs en el camino.