A ellos no los quiere mirar el Gobierno. Se trata de aquellas personas que hacen el trabajo más sucio de la sociedad, el de recolectar, de la basura, las cosas que podrían ser recuperables para luego poner en un sistema económico alternativo nuevamente.

Para eso tienen que trabajar en el basural, de manera literal. Mostrarlos no da rédito político y ningún Gobierno va a sacarse la foto. "Feos, sucios y malos", como la vieja película italiana que hiciera furor décadas atrás.

Los trabajadores del basural, unas 300 personas, siguen cortando el acceso al predio y por eso volvió a ser afectado el servicio de recolección de residuos. Reclaman ser atendidos en este contexto de cuarentena, donde los protocolos que se pensaron en un escritorio para la actividad allí no se condicen con lo que la gente tiene que hacer.

En el fondo hay algo peor: si esa gente no puede ingresar al predio muchos otros no comerán. Literalmente. Como ya lo hemos expuesto en estas páginas, hoy están diezmadas las posibilidades de obtener comida que se pueda recuperar porque los restaurantes están cerrados, y ellos reclaman la liberación de esa actividad para poder obtener algo que reciclar y mandar a la cacerola propia.

La Mesa de la Pastoral del Basural que encabeza el obispo Gabriel Mestre tampoco pudo contener esta situación. Pese a los esfuerzos de todos los sectores que allí confluyen, siempre hubo un reclamo potsacuerdo y la situación se tensó.

El problema es mucho más profundo que lo que hoy sale a la superficie. Requiere una seria mirada del Estado para contener a cientos de familias que están en verdadera situación de vulnerabilidad. Mayor a los que se les dice vulnerables como una muletilla de la política vernácula. Y estos vulnerados, no tiene la atención del resto porque no son votos.